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 3.1.2 La educación en San Agustin

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MensajeTema: 3.1.2 La educación en San Agustin   3.1.2 La educación en San Agustin EmptyDom Dic 04, 2011 3:10 pm

3.1.2 La educación en San Agustin Biografia-de-san-agustin-de-hipona

San Agustín fue un gran educador, tanto en su tarea de maestro de retórica como en su tarea de sacerdote y de obispo.
San Agustín y la Educación
Como toda vida o historia, esta se contextualiza en un determinado momento del tiempo, las personas se desarrollan y viven guiados por el contexto social en el que les toco nacer la educación y valores inculcados a una persona se mantenían constantes durante casi toda la era cristiana.
Destaca el autor, es decir San Agustín, que la forma en que fue criado no dependía de lo que él quería, sino de lo que se quería para él, es destacable la forma en que la educación de un lactante no es para nada distinta, salvo detalles, a la educación que recibe un recién nacido en nuestros días, impresiona ver que los mismos reproches o correcciones que los niños sufren hoy, fueron los mismos que provocaron los lamentos de nuestro protagonista en su momento.
Es cierto que hoy el concepto de educación y trato con los niños ha cambiado, se protege mucho más la integridad y su salud “mental”, los castigos físicos han quedado en el pasado y los cambios para nada sutiles, han modificado los métodos de enseñar a nuestros niñosSon destacables los medios por los que se intentaba que los alumnos lograran los fines deseados, el infante que recién en su primeros días de escuela no entendía cuáles eran los fines de lo que le enseñaba, ni tampoco entendía las razones de que fuera educado, agradecía cuándo tomaba su voz adulta para referirse a lo que para él en un momento era muy complicado y engorroso, significaban en su madurez la base de sus actividades.

Desde su nacimiento hasta su conversión (354-386)

Agustín nació en Tagaste el 13 de noviembre de 354. Su familia no era rica aunque sí eminentemente respetable, Agustín consideró la retórica únicamente como una profesión; la filosofía le había ganado el corazón. Desgraciadamente, tanto su fe como su moralidad iban a atravesar una crisis terrible. En este mismo año, 373, Agustín y su amigo Honorato cayeron en las redes de los maniqueos. Parece mentira que una mente tan extraordinaria hubiera podido caer víctima de las vaciedades orientales sintetizadas en un dualismo tosco y material que el persa Mani (215-276) había introducido en África hacía apenas cincuenta años. El mismo Agustín nos dice que se sintió seducido por las promesas de una filosofía libre sin ataduras a la fe; por los alardes de los maniqueos, que afirmaban haber descubierto contradicciones en la Sagrada Escritura; y, sobre todo, por la esperanza de encontrar en su doctrina una explicación científica de la naturaleza y sus más misteriosos fenómenos. A la mente inquisitiva de Agustín le entusiasmaban las ciencias naturales, y los maniqueos declaraban que la naturaleza no guardaba secretos para su doctor, Fausto. Además, Agustín se sentía atormentado por el problema del origen del mal y al no resolverlo, reconoció dos principios opuestos. Por añadidura, existía el poderoso encanto de la irresponsabilidad moral en una doctrina que negaba el libre albedrío y atribuía la comisión del delito a un principio ajeno.

Una vez conquistado por esta secta, Agustín se dedicó a ella con toda la fuerza de su ser; leyó todos sus libros, aceptó y defendió todas sus opiniones

Como obispo de Hipona (396-430)

Valerio, obispo de Hipona, debilitado por la vejez, obtuvo la autorización de Aurelio, primado de África, para asociar a Agustín con él, como coadjutor. Agustín se hubo de resignar a que Megalio, primado de Numidia, lo consagrara. Tenía entonces cuarenta y dos años y ocuparía la sede de Hipona durante treinta y cuatro. El nuevo obispo supo combinar bien el ejercicio de sus deberes pastorales con las austeridades de la vida religiosa y, aunque abandonó su convento, transformó su residencia episcopal en monasterio, donde vivió una vida en comunidad con sus clérigos, que se comprometieron a observar la pobreza religiosa. Lo que así fundó, ¿fue una orden de clérigos corrientes o de monjes? Esta pregunta ha surgido con frecuencia, pero creemos que Agustín no se paró mucho a considerar estas distinciones. Fuera como fuere, la casa episcopal de Hipona se transformó en una verdadera cuna de inspiración que formó a los fundadores de los monasterios que pronto se extendieron por toda África, y a los obispos que ocuparon las sedes vecinas. Possidio (Vita S. August., xxii) enumera diez de los amigos del santo y discípulos que ocuparon el trono episcopal. Fue por esto que Agustín ganó el título de patriarca de los religiosos y renovador de la vida del clero en África.
Pero, ante todo, fue defensor de la verdad y pastor de las almas.
A. La controversia maniquea y el problema del mal
Después de ser ordenado obispo, el entusiasmo que Agustín había demostrado desde su bautismo en acercar a sus antiguos correligionarios a la verdadera Iglesia tomó una forma más paternal, sin llegar a perder el prístino ardor -"dejad que se encolericen contra nosotros aquellos que desconocen cuán amargo es el precio de obtener la verdad. En cuanto a mí, os mostraría la misma indulgencia que mis hermanos mostraron conmigo cuando yo erraba ciego por vuestras doctrinas" (Contra Epistolam Fundamenti, iii). Entre los acontecimientos más memorables ocurridos durante esta controversia, cuenta la gran victoria que en 404 obtuvo sobre Félix, uno de los "electos" de los maniqueos y gran doctor de la secta.

BIOGRAFÍA DE SAN AGUSTÍN 354-430 AD

Una de las autobiografías más famosas del mundo, las Confesiones de San Agustín, comienza de esta manera: “Grande eres Tu, Oh Señor, digno de alabanza. Tu nos has creado para Ti, Oh Señor, y nuestros corazones estarán errantes hasta que descansen en Ti” (Confesiones, Capítulo 1). Durante mil años, antes de la publicación de la Imitación de Cristo, Confesiones fue el manual más común de la vida espiritual. Dicho libro ha tenido más lectores que cualquiera de las otras obras de San Agustín. El mismo escribió sus Confesiones diez años después de su conversión, y luego de ser sacerdote durante ocho años. En el libro, San Agustín se confiesa con Dios, narrando el escrito dirigido al Señor. San Agustín le admite a Dios: “Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé” (Confesiones, Capítulo 10). Muchos aprenden a través de su autobiografía a acercar sus corazones al corazón de Dios, el único lugar en donde encontrar la verdadera felicidad. ¿Quién fue este ‘pecador que llegó a ser un santo’ en la Iglesia?
San Agustín perteneció a la secta herética de los Maniqueos. Entre otras cosas, ellos creían en un Dios del bien y en un Dios del mal, y que solo el espíritu del hombre era bueno, no el cuerpo, ni nada proveniente del mundo material.

Conclusión de su vida
En 430 San Agustín se enfermó y falleció el 28 de agosto de ese mismo año. Su cuerpo fue enterrado en Hipona, y fue trasladado posteriormente a Pavia, Italia. San Agustín ha sido uno de los más grandes colaboradores de las nuevas ideas en la historia de la Iglesia Católica. El es un ejemplo para todos nosotros – un pecador que se hizo santo y que nos da esperanza a todos. San Agustín es actualmente uno de los treinta y tres doctores de la Iglesia. Su fiesta se celebra el 28 de agosto.

PENSAMIENTOS DE SAN AGUSTÍN

*“El amor es la belleza del alma.”
*¡Pobre de mí, que me creí apto para el vuelo, abandoné el nido y caí antes de poder volar!".
*"La medida del amor es el amor sin medida"
*"No busques que dar. Date a ti mismo".
*"Conocerse de verdad a uno mismo no es otra cosa que oir de Dios lo que el piensa de nosotros".
*"El hombre bueno es libre, incluso cuando es esclavo".
*"Si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad".
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